Las mañas y azares que permitieron el pacto presupuestario

El escenario político

La exitosa aprobación de las cuentas fue fruto de la estrategia de Sánchez, la táctica de Iglesias y la contingencia catalana

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Sánchez, Calvo e Iglesias aplauden desde la bancada del Gobierno a la ministra Montero, tras la aprobación de los presupuestos en el Congreso, el jueves de esta semana

Mariscal / EFE

La aprobación de los presupuestos generales del Estado con 188 votos favorables, doce más de la mayoría absoluta, es un éxito para el Gobierno que a punto estuvo de ser aún mayor. “La verdad, nada ha sido fácil”, reconocen los negociadores. No fue un camino de rosas, ni nada estaba hecho de antemano, pero en este triunfo concurren, además de la habilidad estratégica del equipo del presidente, Pedro Sánchez, y la audacia táctica del vicepresidente, Pablo Iglesias, algunos azares que allanaron el camino a las cuentas y estuvieron cerca de lograr la cuadratura de círculo que habría sido incorporar a Ciudadanos al bloque de aprobación. Lo que no ensombrece el exitoso cambio de rasante que parece despejar el camino a una legislatura completa. Repasamos los últimos meses y algunos acontecimientos que a la larga fueron claves para poner en marcha el derribo de las piezas de dominó, hasta completar la figura de la votación del jueves.

9 de julio: La “inminente” crisis de Gobierno

La cantinela duraría todo el verano, pero casi por sanfermines empezó a circular por los mentideros madrileños el insistente rumor de que, pasado lo peor de la primera ola de la pandemia, Sánchez planeaba una crisis de Gobierno que reduciría el poder de Unidas Podemos y dejaría franco el camino para negociar los presupuestos y el resto de la legislatura con Ciudadanos, convertidos los morados en mero sujetavelas aquiescente del feliz ayuntamiento.

3 de agosto: Crisis monárquica

La marcha del país del rey emérito, Juan Carlos I, durante semanas en paradero desconocido, provocó airados reproches entre los socios de la coalición. Debido a que Sánchez no informó a los ministros de Unidas Podemos, dejó el camino expedito para que Iglesias y los suyos hicieran profesión de fe republicana. El día 6, la vicepresidenta Carmen Calvo salió a reprochar a Iglesias que hablase de “huida” argumentando que al no haber causa penal abierta, su salida del país no podía considerarse una fuga. La tensión generada por este episodio alimentó durante el resto del mes de agosto, informativamente exánime, las especulaciones sobre el acercamiento del PSOE a Ciudadanos y la pérdida de poder de Unidas Podemos en el Gobierno. Se dio por supuesto que PSOE y Cs estaban ya diseñando las líneas maestras de los presupuestos. No era así.

28 de agosto: Podemos pone pie en pared

Podemos eligió la rueda de prensa de su primera ejecutiva tras las vacaciones para anunciar un veto informal a Cs. Isa Serra, portavoz del Consejo de Coordinación, dijo en rueda de prensa que la presencia de la formación naranja en el diseño de las cuentas era “incompatible” con Podemos. La supuesta docilidad con la que los morados iban a asumir el giro socialista al centro que estuvo fraguándose todo el verano, mientras la pandemia daba un leve respiro, saltó por los aires. Aunque la prensa habitualmente está a la que salta con crisis en la coalición de Gobierno, reales o imaginadas, lo cierto es que ese día, como reacción a las palabras de Serra, sí hubo una larga conversación entre Sánchez e Iglesias. El presidente consideraba un desafío el anuncio de Podemos, mientras el vicepresidente aún tenía fresca la exclusión a que fue sometido en el caso de la marcha del emérito. Así que la charla no fue plácida. Pero sirvió para fijar una reunión discreta de ambos unos días después y de ella surgió un acuerdo estratégico sobre el enfoque de la negociación presupuestaria que acabaría siendo todo un éxito: Iglesias era comisionado para captar a los socios de la moción de censura –excepto el PNV, con el que negociaría el PSOE en conversaciones bilaterales con Ajuria Enea– y los socialistas empezarían a hablar con Inés Arrimadas, que el 3 de septiembre anunciaba su disponibilidad. Podemos no vetaría explícitamente a Cs, pero el borrador de los presupuestos lo elaborarían al alimón los dos socios de coalición. También se cierra a partir de entonces una coordinación reforzada entre sus respectivos estrategas, Iván Redondo y Juanma del Olmo, que será capital en las semanas sucesivas en la coordinación de las dos formaciones políticas. Ese mismo día de agosto, en Catalunya se da por supuesta la ruptura de JxCat y el PDECat.

3 de septiembre: Torra expulsa al PDECat

Mientras Artur Mas trabaja intensamente para recoser alianzas para impedir que JxCat y el PDECat vayan separados a las urnas, el president, Quim Torra, a punto de ser inhabilitado, destituye a la consejera del PDECat Àngels Chacón. Junts y PDECat parten peras, y estos últimos confirman lo que ya era una posibilidad cierta: mantendrán una estrategia autónoma de los de Carles Puigdemont en el Congreso. La humillación de Torra convierte a los cuatro diputados del partido en Madrid, encabezados por Ferran Bel, en el recurso idóneo para visibilizar la acción del PDECat en los meses que faltan hasta las elecciones catalanas. Y la negociación inminente de los presupuestos es el principal escaparate de su posibilismo político. El PSOE toma nota de la jugada y sabe que el horizonte presupuestario se aclara.

9 y 14 de septiembre: ERC y Bildu dan el paso

El golpe en la mesa de Podemos en agosto abrió la vía a que ERC y Bildu, deseosos de postularse como fuerzas políticas de gobierno y con capacidad de gestión, se sumaran a las negociaciones de los presupuestos. El día 9 el portavoz parlamentario de Esquerra, Gabriel Rufián, recogía el guante que lanzaba Podemos con su desafío al PSOE y en la sesión de control del Congreso se dirigía a Iglesias: “Si aguantáis, aguantaremos”. Una promesa, casi un pacto. A los cinco días, Mertxe Aizpurúa, portavoz de Bildu en el Congreso, anuncia que se ponen manos a la obra, después de que el coordinador general de la coalición EH-Bildu, Arnaldo Otegi, confirmara la disposición de su formación a facilitar la gobernabilidad y formar parte de un bloque histórico que condicione la dirección del Estado. Ni Bildu ni ERC ponen condiciones extrapresupuestarias, y dejan claro que, para que abandonen la negociación, tendrán que echarlos. Las dudas en torno a la actitud final de la tan a menudo voluble Esquerra se despejan: el movimiento del PDECat por un lado y el de Bildu por el otro flanquean la posición y estrategia de los republicanos. Aunque oficialmente no se negociará con los grupos parlamentarios hasta que esté listo el borrador de los presupuestos, los contactos discretos comienzan de inmediato, dirigidos por la portavoz parlamentaria socialista, Adriana Lastra, mientras el grueso del documento que irá al Consejo de Ministros –tal y como habían pactado Sánchez e Iglesias en septiembre– lo negocian la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el secretario de Estado de Derechos Sociales, Nacho Álvarez, también secretario de Economía de Podemos.

7 de octubre: Sánchez e Iglesias en la Moncloa

El miércoles día 7, el juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón remite al Tribunal Supremo (TS) el llamado caso Dina –sobre el robo del móvil de la colaboradora de Iglesias y la aparición de su contenido en el domicilio del excomisario José Manuel Villarejo– para que estudie la posible imputación y la petición de suplicatorio para el vicepresidente. La decisión se comunica mientras Sánchez presenta en un acto solemne los pormenores del plan de ejecución de los fondos europeos. El compromiso de Cs para sumarse al pacto presupuestario lleva a su portavoz adjunto, Edmundo Bal, a anunciar que seguirán negociando, a pesar del giro del caso Dina, aunque pide la
renuncia de Iglesias. Pero no dibuja líneas rojas. Presidente y vicepresidente hablan brevemente del asunto minutos después y
se reúnen por la tarde en la Moncloa para poner al día los avances en la negociación presupuesta-ria. El grueso de las cuentas está cerrado, pero persisten flecos
sobre política fiscal y alquileres.

21-22 de octubre: Moción de censura de Vox

Miércoles y jueves se desarrolla el pleno de la moción de censura de Santiago Abascal contra el Gobierno de Sánchez. La sorpresa la dará el jueves el líder del PP, Pablo Casado, al anunciar su voto negativo a la moción en un discurso durísimo con el líder de la ultraderecha. La derecha aparece dividida pero el mensaje de Vox en la sesión, mezcla de paranoia trumpista y aromas de viejo nacionalcatolicismo, funciona como aglutinante de la mayoría de la investidura: las intervenciones de los portavoces perfilan un camino más llano para el pacto de presupuestos y convierten a la formación reaccionaria en el adversario común de los socios de enero.

23 de octubre: Ultimátum de Podemos

El viernes, Unidas Podemos comunica su amenaza formal de no apoyar los presupuestos si no se solucionan los escollos en las materias de conflicto. A cuatro días de la presentación formal del acuerdo, los de Iglesias aprietan con medidas que estaban incluidas en el acuerdo de coalición y que el PSOE se resiste a incorporar, como las relativas a alquileres, progresividad fiscal y mejora del ingreso mínimo vital. La estrategia explícita de Iglesias es virar el documento a la izquierda con el doble objetivo de poner la alfombra a ERC y Bildu y dificultar la incorporación de Cs. Durante el fin de semana, Montero y Álvarez alcanzan un acuerdo en materia de impuestos y el lunes se logra otro en materia de vivienda, en forma de compromiso de legislar antes de tres meses. A última hora, se logra convenir también la mejora de la prestación del ingreso mínimo vital.

27 de octubre: Presentación del presupuesto

Sánchez e Iglesias presentan juntos el texto, que no es un borrador, como en principio estaba previsto, sino un proyecto de ley que irá directamente al Congreso. La demora de este acto, en principio prevista para finales de septiembre, explica que el documento madurado por Montero y Álvarez, y a la vez discutido discretamente con otras fuerzas parlamentarias, esté muy acabado. Tanto Arrimadas como Bal insisten en la voluntad de Cs de mantenerse en la negociación, pese a los acuerdos de última hora en materia fiscal y de vivienda entre PSOE y Podemos. El plan de Iglesias funcionó en parte: logró acercar a ERC y Bildu, pero no alejar a Cs, formación con la que el PSOE mantiene la interlocución abierta entre Félix Bolaños y Carlos Cuadrado. En todo caso, la hipótesis de la investidura –foto de familia de la España progresista y plurinacional– se consolida. Sánchez no emite queja alguna, pero aún espera mantener a Cs.

11 de noviembre: Otegi anuncia el sí de Bildu

Los intensos contactos de Iglesias con Bildu y ERC fructifican en un inesperado anuncio de Otegi en Radio Euskadi. A primera hora de la mañana asegura que, “si nada se tuerce”, votarán sí a los presupuestos. Más palos en las ruedas para Arrimadas. Desde Madrid se eleva un clamor mediático contra Bildu. Algunos barones y viejas glorias del socialismo –más o menos los mismos que en octubre del 2016 lanzaron por una ventana de Ferraz a Sánchez– ponen el grito en el cielo. La Moncloa recibe en silencio el apoyo de Otegi. Iglesias lo celebra. Pese a la presión, nadie del entorno de Sánchez pone peros a Bildu. El martes 17, Lastra despeja dudas con una frase rotunda: “Siempre escucho atentamente a nuestros mayores pero ahora nos toca a nosotros, somos una nueva generación a la que le toca dirigir el país y el PSOE”. Altas instancias de la Moncloa sólo lamentan “el foco innecesario que se le puso a Bildu, no hacía falta”. Las enmiendas acordadas, alegan, “son de lo más normales”. No rompen España. Ese mismo día 17, Podemos, ERC y Bildu añaden una enmienda sobre desahucios.

13 de noviembre: el PNV se hace valer

Aunque nunca peligró la implicación del grupo Vasco en las cuentas, el protagonismo de EH Bildu, segunda fuerza política en Euskadi, lleva al PNV a hacer valer sus apoyos. Aitor Esteban anuncia desde Madrid un paquete de enmiendas pactado con el PSOE, que incluye la supresión del impuesto al diésel, uno de los trofeos que ansiaba para su anaquel Cs. Los incentivos se acaban.

26 de noviembre: Arrimadas dice no

Apenas cinco días antes de que el Congreso comience el debate de presupuestos, Arrimadas anuncia su no. “Hasta aquí llegó Ciudadanos”, asumen en la Moncloa. María Jesús Montero había dicho que con Cs solo se negociarían partidas presupuestarias. Los naranjas ponían dos condiciones fuera de las cuentas: el veto a “extremistas y separatistas” y la retirada de la enmienda lingüística de la ley Celaá. Ciudadanos no tiene triunfos que exhibir. El acecho de las elecciones catalanas, donde se juega la vida, hace a Arrimadas renunciar. En las horas siguientes, Compromís, Más País, el PRC o Nueva Canarias anuncian su voto favorable. Podemos, ERC y Bildu retiran su enmienda de desahucio ante la promesa de un acuerdo. Pero a la Moncloa aún le queda una última carta por jugar: “Estamos buscando un acuerdo con el PDECat”, advierten. Y también consiguen sumar a sus cuatro diputados. La mayoría de la investidura, revisada y ampliada: 11 partidos, 188 votos.

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