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Soberbia faena de Emilio de Justo, a hombros en Albacete

La obra evidenció el gran momento del torero extremeño

Emilio de Justo se gusta en el pase de pecho Efe

Efe

El diestro Emilio de Justo salió este lunes a hombros en la penúltima corrida de feria en Albacete tras cortar las dos orejas del sexto toro, al que cuajó una soberbia faena, y salvó así una tarde que se había puesto muy cuesta arriba y en la que tanto Enrique Ponce como Miguel Ángel Perera se fueron de vacío.

Hubo que esperar al último para ver lo mejor de la tarde. Una faena que evidenció el gran momento que atraviesa De Justo, que hace el toreo de verdad, sin trampas ni cartón.

Y así lo exhibió esta tarde en Albacete, con una faena de muy buena firma sobre ambas manos ante un toro que se dejó mucho, tanto que hubo momentos de extraordinario relajo y sentimiento en la interpretación sobre ambas manos, llegando a deshacerse de la ayuda para torear con más verdad todavía.

La plaza disfrutó de lo lindo, tanto que, tras la estocada, la petición de las dos orejas fue unánime, y la concesión de las mismas por parte del presidente casi inmediata.

Pero es que antes, había toreado ya De Justo a las mil maravillas a su primero, un buen toro al que saludó por lentísimas verónicas antes de ser aparatosamente volteado en un quite por gaoneras. Repuesto del susto, el cacereño instrumentó una faena de altos vuelos con la muleta. La mala colocación de la tizona le privó de tocar pelo.

Ponce mostró su habitual elegancia en el que abrió plaza, un toro noble pero medido de fuerzas al que el valenciano toreó con suavidad a media altura en una faena técnicamente solvente pero a la que le faltó algo más rotundidad, de ahí que, tras la estocada, no hubiera pañuelos suficientes para la oreja.

El cuarto fue un toro blando y descastado que se paró muy pronto. Ponce lo intentó brevemente antes de desistir definitivamente ante la imposibilidad de armar faena.

El primero de Perera tuvo un notable pitón derecho, y por ahí lo cuajó el extremeño en una faena de mucha autoridad y mano baja. Por el izquierdo el toro parecía otro, lo que obligó al matador a volver al lado bueno para hacer subir nuevamente el ritmo de una actuación que hubiera sido de premio de no ser por su mala espada.

Al quinto le costó un mundo tirar para adelante, quizás por estar demasiado derrengado de los cuartos traseros, lesión que pareció producirse durante la lidia. Así y todo, Perera trató de sujetarlo a lo largo de una faena voluntariosa pero de poco brillo.

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